martes, junio 13, 2006

EL AMANTE


Siempre esperé en la orilla del río al amanecer, aquello era una forma distinta de silencio, un sonido lleno de paz, una melodía pregonada por el correr desenfadado de el agua, del golpe incesante contra las rocas, el masaje suave del viento contra la hierba tierna, la oración dulce de la brisa entre la copa de los árboles, en la oscuridad absoluta de la agónica noche, esperando que el sol sofoque el cielo de claridad, perder en la lluvia de cálidos colores a las estrellas, las constelaciones, perder el color de la noche. Así esperaba en la orilla del río, desnudo, con el frío atravesando los poros de la piel, adormecido y entumido, esperaba la neblina, el manto gris de fuerte espesor avanzar en el amanecer, descansar sobre el suelo y teñir mi piel de dulces cristales, esperándolo, como siempre…………

El sol se apuntaba entre las montañas, las aves comenzaban su himno del amanecer, y mil formas y espectros resucitaban sobre el campo verde de mi juventud, mientras yo, desnudo, esperaba la neblina venir a mí, en sigilos, en murmullos, en grises y en diamantes que endulzaran mi cuerpo hambriento y anhelante, lo esperaba a él, con la frazada espumosa reposándose en mi cuerpo, invocando al invierno entre mis labios, invocando la tormenta entre mis piernas, ahí cuando ya la mano espesa de la madrugada reposaba sobre mi alma desnuda, ahí cuando mis ojos se cegaban de grises y pequeñas gotas madrugadoras, ahí cuando el sol se respiraba como un encantamiento, sentí su mano sobre mi espalda……….

El beso tibio de sus labios sobre los míos, ahuyentaban de mi cuerpo al invierno en su estado primitivo, lo ahuyentaban en alegorías de lluvias y hielo, su lengua reposaba en la mía, mientras sus manos navegaban desde mí cuello hasta encallar en mi sexo, latente, sangrante, excitado, él permitía que el invierno me dejase, y sólo en mi alma reposaban memorias de una vida que traté de olvidar, él abriendo mis piernas con delicadeza, él masajeando mis nalgas con ternura, él adentrándose en mi con fuerza, con pasión hacía al dolor huir, en vientos del norte que atormentaban mi corazón enfermo, él que con sus brazos me envolvía, él que entraba en mí con soles y lunas, que humectaba mis labios con su miembro limpio y puro, a él que nunca pude verle el rostro, que sólo dibujaba en mi memoria ciega su pasión y amor, dulce, me arrebató del dolor en que anidaba, me dejo entre su piel afiebrada y no sólo bendijo mis muslos con el grosor de su sexo magullando mis nalgas, sino también estalló sobre mi boca ardorosa para sentir su hervor ahuyentando al invierno, a él que ni su nombre pude invocar en gritos de placer e inusual dolor, a él nunca lo olvidaré………….

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